El Salvador
jueves 14 de noviembre de 2024

Los juegos tradicionales persisten en medio de la violencia y la tecnología

por Redacción


En El Salvador aún se practican algunos juegos considerados tradicionales. Pero, poco a poco, se acentúa el desinterés por estos juegos, más allá de la tecnología, ante el crecimiento de la violencia e índice delincuencial.

Elevar o volar piscuchas, bailar trompo, jugar peregrina, yoyo o chibolas son juegos que el paso del tiempo ha convertido en una bonita estampa mental de varias generaciones, que usaban los recesos escolares –o las tardes luego de la escuela- para reunirse y practicarlos. La niñez salvadoreña –al menos buena parte de ella- se preguntará de qué trata más de uno de estos juegos tradicionales, sobre todo cuando tienen frente a ella una cantidad numerosa de dispositivos móviles, con los que  reproducen videojuegos o aplicaciones con los que el mundo virtual les sirve de entretención.

Estas tecnologías, poco a poco, desplazan la tradición en la que grupos de niños se reunían en las calles para jugar al compás de las emociones que les transmitían la variedad de juegos tradicionales, esas manifestaciones culturales que se vinculan a patrones de conducta y a significados simbólicos de acciones humanas que se trasmiten a través de grupos culturales.

Pero, ¿qué está llevando a su desvanecimiento? Para algunos hay un claro desinterés, ante las nuevas tecnologías, pero para otros, como la profesora de educación básica del Centro Escolar “Cantón Calderas” del municipio de Apastepeque, en San Vicente, Marta Alicia Munguía, el factor violencia tiene un gran peso en que no se practiquen.  Según manifiesta, a los niños de hoy no les llama la atención jugar trompo o chibolas, porque encuentran más emoción en reproducir patrones de violencia que observan en la televisión y en los videojuegos. “Lo que influye bastante en ellos (los niños) es la televisión, los videojuegos y los programas violentos, porque los niños tratan de imitar y reproducir todo lo que ven en estos programas”, mencionó Munguía.

A la pérdida de esta tradición se abona el alto índice delincuencial que se registra en los diferentes cantones y comunidades de los municipios del país.

Para los adultos la violencia que se vive en la actualidad convierte a estos juegos en nostalgia, en una imagen o recuerdo que les ilustra cada una de las emociones y alegrías que les transmitieron los diferentes juegos que, ahora, se consideran de antaño o tradicionales.

En un país que tuvo un 2014 violento (solo entre el 1 de enero al  20 de noviembre del 2014, se registraron 3,387 homicidios, según datos de la Policía Nacional Civil), estaría llevando a que los niños permanezcan en sus casas a andar en la calle.  “Los niños ya no andan en la calle… antes sí salían a jugar ladrón librado y la peregrina en el pasaje; pero ahora con esta situación (delincuencial) que no garantiza que de repente va aparecer alguien corriendo, los papás son más precavidos con sus hijos”, sostiene, a la vez que enfatiza,  Ernestina del Carmen Cruz Ayala, técnico de la Dirección Nacional de las Casas de la Cultura, refiriéndose al peligro que corren los niños al salir a jugar afuera de las casas.

Las tradiciones, la cultura y los juegos están expuestos a la evolución y no es de extrañar que solo permanezcan aquellos que logren transmitir placer y alegría a los niños. Sin embargo, las autoridades encargadas de educación, deporte, recreación, desarrollo y promoción cultural en el país hacen poco para rescatar y mantener viva la variedad de juegos tradicionales a nivel nacional.

En segundo plano se observan a niños esperado turno para saltar. A este juego se le llamaba “Saltaburro”. En el Museo Nacional de Antropología “David J. Guzmán” se encuentra un copia de las revistas publicadas en 1977.

En segundo plano se observan a niños esperado turno para saltar. A este juego se le llamaba “Saltaburro”. En el Museo Nacional de Antropología “David J. Guzmán” se encuentra un copia de las revistas publicadas en 1977.

Según datos del Ministerio de Educación (MINED), desde el 2010, impulsan un plan que consiste en implementar “recreos dirigidos” con el cual buscan rescatar parte de estos juegos tradicionales e incentivar a los niños a que los practiquen. No obstante, hasta finales del 2014, cuatro años después de implementado el proyecto, solo mil 600 de los 6 mil centros escolares públicos con los que cuenta el MINED implementan esta iniciativa.

Asimismo, las autoridades de Cultura no documentan la información de cada juego para poder dejar un legado para que las nuevas generaciones los conozcan.

Pero el llamado a preservarlos con urgencia es claro: la antropóloga de la Dirección de Patrimonio Cultural del Museo Nacional de Antropología (MUNA), Beatriz Castillo, el tema de los juegos tradicionales “es algo urgente de investigar, de conservar, de tratar de ver que no se pierdan”.

Castillo agregó que la década de los 70s fue cuando más información se documentó acerca de los juegos tradicionales, ya que el Ministerio de Educación, de aquellos años, publicaba cada mes un ejemplar de la revista “Arte Popular” la cual describía los diferentes tipos de juegos y daba información relacionada a  este tema. También fotografiaba las diferentes facetas de los niños cuando se divertían a la hora de practicar estos juegos en las escuelas.

Algunos de los juegos que se describían en la revista “Arte Popular”, publicada en la década de los 70s, ya no son practicados ni conocidos. Entre los juegos que más sobresalían están: El pecado, Mica envenenada, Mica oso, Saltaburro, El caracol o aquellos que se acompañaban de letras musicales como “Componte niña componte” o “Chanchavalancha”, entre otros.

El Ministerio de Educación, en la década de los 70s, cada mes publicaba un ejemplar de la revista “Arte Popular” en la cual se abordaban temas como los juegos tradicionales./FOTO: Cortesía.

El Ministerio de Educación, en la década de los 70s, cada mes publicaba un ejemplar de la revista “Arte Popular” en la cual se abordaban temas como los juegos tradicionales./FOTO: Cortesía.

Ernestina Cruz Ayala, técnica de la Dirección Nacional de la Red de Casas de la Cultura, aseguró que como dirección han elaborado folletos con la información de los diferentes juegos que aún se mantienen en el país para que sean repartidos por medio de las casas de la cultura cuando estas realicen festivales de algún juego tradicional.

“Como Casas de la Cultura se han elaborado folletitos, no ha full color, pero se imprimieron documentos, estoy hablando de otros tiempos, para que cuando algunas casas hagan eventos repartan estos folletos con la información de los diferentes juegos”, comentó Ayala.

Además, agregó que lo último que recuerda sobre la documentación de los diferentes juegos tradicionales es una investigación y recopilación que realizó La Casa de la Cultura de Coatepeque, en Santa Ana, en los 90s.

De lo más reciente que se puede encontrar plasmado en papel se encuentra un libro de  la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI), publicado en 2010, llamado “Los juegos que jugamos” que es una compilación de los juegos que aún se practican en algunas escuelas y comunidades del país.

Juegos que aún se practican en el país

Las chibolas: Jugar chibolas es muy común entre los niños y niñas en el país. Se práctica principalmente en los meses más secos del año. La dinámica de juego exige que el escenario sea el suelo. Las diferentes formas de jugar son: “La Yorta”, “Guimba”, “El juite” y la “Chunga o rueda”. Lo primordial para los niños es contar con un buen lote de chibolas. El tamaño y el color son diversos y depende de esto que las chibolas sean codiciadas por los niños a la hora de jugar.

Piscucha: se elaboran con varillas de bambú o de palma de coco, pegamento o cinta adhesiva, bolsa plástica o (el más recomendado) papel lustre, china o periódico. Es importante tener una buena tómbola o ruleta (en algunos casos botes de leche) y bastante hilo para enrollar y elevar las piscuchas. Los niños elevan piscuchas desde finales de septiembre hasta finales de noviembre, lo importante es aprovechar los famosos vientos de octubre.

Trompo: es elaborado a base de madera con una punta de acero, puede ser artesanal o torneado. Se enrolla el cordel alrededor del trompo y se lanza al suelo para lograr buenos trucos. Puede jugarse de manera individual o grupal.

El ladrón librado: El propósito del juego es correr  para atrapar o escapar  de un compañero. Están los policías y los ladrones. Los ladrones tienen la potestad de liberar a sus amigos encarcelados y los policías de volverlos a atrapar. Es un juego grupal que se práctica en espacios amplios. Actualmente  es muy popular en las escuelas.

Infografía sobre los Juegos Tradicionales en El Salvador

Golpe bajo a la economía de los artesanos

Tornear la madera hasta darle forma a los diferentes trompos, yoyos y capiruchos es el fuerte de Nelson Benjamín Flores Delgado, un artesano que para poder sobrevivir se dedica a elaborar y comercializar productos que los niños utilizan para poder practicar los diferentes juegos tradicionales que aún se conocen en el país.

Nelson Flores nació en una casa de artesanos. Sus primeros pasos los dio sobre una alfombra que se formaba con el aserrín de la madera que se moldeaba en el taller de su familia. Creció entre el ruido de los tornos y prensas que se utilizan para forjar y tallar las diferentes piezas típicas o productos artesanales que representan a cada uno de los juegos tradicionales. Ahora, espera seguir con el legado e inspiración que le heredaron sus padres.

Nelson Benjamín Flores Delgado dedica parte de su vida a la elaboración de artesanías, entre éstas se encuentran los famosos capiruchos./ Foto D1: Cortesía.

Nelson Benjamín Flores Delgado dedica parte de su vida a la elaboración de artesanías, entre éstas se encuentran los famosos capiruchos./ Foto D1: Cortesía.

La práctica y esfuerzo que pone cada día en su trabajo se ve reflejado en la producción, calidad y satisfacción que le demuestra la gente a la hora de adquirir sus productos. Conoce el proceso, al derecho y al revés, que se requiere para elaborar trompos, yoyos y capiruchos; nació y creció paralelamente con ellos.

“Para elaborar unos 500 capiruchos, yoyos o trompos; es decir, para todo el proceso que esto requiere, seleccionar la madera, partirla, procesarla y barnizarla, lo más que me tardo son dos días”, comenta.

Desde hace 50 años, Nelson ha tenido contacto con la materia prima que se utiliza en la elaboración de estos productos que cada vez son más desconocidos para la niñez salvadoreña. Conoce y aplica diferentes técnicas en cada uno de los procesos de elaboración que estos requieren, entre las que destacan: tallado, repujado, pintado, torneado y el esculpido que son las primordiales a la hora de crear los llamativos y auténticos productos de tradición que distribuye en su negocio.

Pero no todo es de colores, asegura que las ventas en las últimas décadas han disminuido considerablemente. “Las ventas han bajado exageradamente, ya no hay ventas para poder sobrevivir, no se vive de vender trompos, capiruchos ni yoyos”, dijo.

Nelson Flores recuerda que hace unos 20 o 30 años la historia era diferente, debido a que no se conocía nada de lo que ahora son las nuevas tecnologías. Por tanto, los juegos tradicionales eran el único entretenimiento que los niños tenían en las escuelas y en las comunidades donde crecían.

“Antes habían épocas específicas en las que se vendía cada producto. Antes hacían concursos de juegos tradicionales y daban premios. Pero ahora la tecnología ha venido a cambiar todo lo que es la artesanía”, aseguró.

El local comercial que data desde hace 42 años, donde se dedica a vender los productos que elabora en el taller artesanal que heredó de su familia, está ubicado en el Mercado Nacional de Artesanías el cual se encuentra a un costado del Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO), en San Salvador.

Nelson Flores es hijo de un artesano nato de todo lo que se refiere a los juegos  tradicionales o todo lo que involucre cuero. También es propietario de un oasis donde el recuerdo es el manantial que le da vida a la nostalgia que está dejando los juegos en quienes los practicaron o conocieron. Es dueño de un espacio repleto con un sinfín de adornos que representan las tradiciones típicas representativas de los salvadoreños.

Nelson hace la invitación para que visiten el Mercado de Artesanías, para que puedan conocer los diferentes juegos tradicionales y el colorido que identifica a los salvadoreños. Asegura que la única forma para hacer que las nuevas generaciones conozcan los juegos de antaño es que los padres les cuenten o les enseñen a practicarlos.

“La única forma para hacer que los juegos tradicionales no se pierdan es enseñándole a nuestros hijos, es transmitiéndolos de generación en generación”, menciona.

Casas de la Cultura, sin fondos para promocionar

A pesar de que una de las líneas de trabajo de la Red de Casas de la Cultura es promover los juegos tradicionales para rescatar la memoria histórica, resulta difícil, para los directores de cada casa realizar actividades que promuevan y fomenten este tipo de juegos.

Para Irma Isabel Fuentes, directora de la Casa de la Cultura del municipio de Santo Domingo, en San Vicente, el presupuesto “no alcanza”. La falta de presupuesto la llevó a suspender, el pasado 23 de octubre,  el Festival de Juegos Tradicionales que tenía programado en su municipio debido a la falta de fondos.

El presupuesto para la red de casas de la cultura anualmente es de  389 mil dólares. Esta cantidad es distribuida entre las 157 casas de la cultura que funcionan a nivel nacional. “Prácticamente  a cada casa de la cultura lo que se le dan son $1,000. Estamos hablando de mil dólares anuales no mensuales, que galán sería que se pudiera dar mensuales. A excepción de las cabeceras departamentales porque tienen un poco de mayor actividad se les da 2 mil dólares”, declara Luis Antonio Guzmán, coordinador de las Casas de la Cultura de Oriente.

El monto destinado a cada casa cubre los gastos de servicios básicos y de algunos proyectos culturales. Pero, para obtener otros ingresos o ayudas, las casas de la cultura deben gestionar proyectos o buscar alianzas para poder recibir ingresos extras y así mantenerse en el transcurso del año.

El capirucho, en su mayoría, es consumido por extranjeros o por salvadoreños que están radicados en otros países./ Foto D1: Cortesía.

El capirucho, en su mayoría, es consumido por extranjeros o por salvadoreños que están radicados en otros países./ Foto D1: Cortesía.

“Yo recibo $1,652.56 al año. Con este fondo se pagan los servicios básicos que son $600, 300 (de agua) y 300 (electricidad)”, detalló Fuentes. Además, agregó que con el restante compran la papelería de oficina; papel de diferentes tipos, cartón y accesorios como pegamento, tijeras, etc.

“También compré un instrumento (musical) porque yo tengo un grupo de música juvenil. Compré un teclado y he dejado 100 para la pastorela que realizamos el 25 de diciembre”, explicó Fuentes.

Por su parte, la  Secretaría de la Cultura en el detalle del presupuesto general de casas de la cultura incluye un monto para proyectos especiales, entre estos se encuentran las investigaciones sobre juegos tradicionales, pero las casas de la cultura, al final, solo reciben un presupuesto que ronda entre los mil y mil $500 al año, que prácticamente solo cubre el pago de servicios básicos y pequeñas actividades que se realizan en algunas casas.

“De estos $389 mil siempre se deja una parte que nosotros le llamamos proyectos especiales, donde se dejan  destinados algunos fondos para desarrollar proyectos como por ejemplo: portadores de cultura, memorias históricas, programa adulto mayor, que se le asigna a las casas que van a desarrollar propiamente estos proyectos”, aseguró Guzmán.

Sin embargo, Fuentes sostiene que si realizaran investigaciones o festivales (de juegos tradicionales) menos les alcanzaría el presupuesto que les es asignado por la Secretaria de Cultura.

“Nos han pedido de la Secretaría que dejemos $200, bueno $300,  pero  yo les dije que no puedo dejar 300 porque, entonces, no compro nada, para hacer unas investigaciones que se están haciendo sobre la historia del municipio y mandar a ampliar unas fotos”, acota Fuentes.

Guzmán dice que son dos las formas de supervivencia que utilizan las casas de la cultura a nivel nacional, “la autogestión y lo que la Secretaría le otorga a cada casa de la cultura” anualmente. Sin embargo, para Fuentes solo y apenas con la autogestión se logran concretar algunos proyectos, “nosotros casi todas las actividades que hacemos es gracias a la comunidad”, manifiesta.

“Es difícil que toda la actividad que ellos realizan lo hagan con el poquito de dinero que reciben al año, lo que más los sostiene son los ingresos de  autogestión”, reflexiona Guzmán, al preguntarle sobre si consideran aceptable el presupuesto que destinan anualmente a cada casa de la cultura.

No obstante, añade que para el próximo año se espera que los servicios básicos de la Red de Casas de la Cultura sean pagados directamente por la Secretaría de Cultura que será nombrada oficialmente como un Ministerio.

“Prácticamente la parte que les tocaba a ellos (casas de la cultura) que es pagar los servicios básicos, les quedará incorporada para desarrollar alguna otra actividad cultural”, sostiene Guzmán.

En octubre pasado, alusivo a la niñez salvadoreña, Ahuachapán, Sonsonate, Chalatenango, Morazán, San Miguel, San Vicente, San Salvador, Cuscatlán, Usulután y La Libertad fueron los departamentos donde más se registraron actividades sobre juegos tradicionales realizadas a través de las casas de la cultura. En total fueron 32 actividades realizadas, entre las que están, ferias, concursos, talleres y exposiciones, según detalló la agenda nacional de la Red de Casas de la Cultura.

*Texto, imágenes, infográfico y videos por Joaquín Argueta y Wendy García