El Salvador
sábado 23 de noviembre de 2024

Leyenda de otros $15 millones enterrados en barriles causa muertes y plagios

por Redacción


En Guatemala hay varios muertos registrados. Testigos dicen que, además de los $14.6 millones que se encontraron, hay otros $15.6 millones “enterrados” en el país. Un secuestro hecho por cuatro policías el 30 de diciembre del 2013 se conecta con un intento de encontrar ese supuesto dinero.

Asesinatos, torturas, persecuciones e intentos de involucrar y engañar a la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA), y más recientemente hasta un secuestro ejecutado por policías salvadoreños, es parte de la herencia de una leyenda que algunos juran que es cierta: que aparte de los $14.6 millones que se encontraron en dos barriles de plástico en el departamento de La Paz, estarían enterrados otros $15,4 millones en algún sitio del territorio nacional.

Todo empezó hace varios años, cuando un par de guatemaltecos gastaban dinero, a manos llenas, en San Rafael Obrajuelo, departamento de La Paz, donde aparecieron poco después dos barriles con $14.6 millones.

Era evidente que los dos guatemaltecos habían tomado ese pueblo como su base de operaciones al punto de que hasta le regalaron a un alcalde una camioneta Ford Explorer de lujo, como una muestra de sus deseos de que nadie les molestara o les arruinara las fiestas y los jolgorios. Uno de los guatemaltecos era de apellido Ortega.

Pero no fueron esos dos fiesteros guatemaltecos los que delataron lo que pasaría luego: que muy cerca, en el cantón Penitente Abajo, jurisdicción de Zacatecoluca, en la hacienda El Recolado, aparecieran $14.6 millones en dos barriles plásticos.

Más bien fue una mujer salvadoreña identificada como Marta Irene, a quien se conoce como “La Churra”, quien se había relacionado con un guatemalteco de apellido Ortega, uno de los más importantes contadores de Jorge Mario, el “gordo” Paredes, poderoso narcotraficante guatemalteco.

La salvadoreña, a quien se describe como una mujer muy hermosa y examante de un reconocido empresario salvadoreño, también era originaria de San Rafael Obrajuelo.

“La Churra” fue capturada un día antes de que se descubrieran los dos barriles llenos de dinero, en el aeropuerto internacional de Comalapa cuando intentaba volar hacia Panamá, cargada de una importante cantidad de dinero en efectivo.

En Panamá, Ortega se encontraría con ella, pues Irene, y posiblemente algunos amigos suyos, estaban encargados de transportar fuertes sumas de dinero desde El Salvador a Panamá, para pagarle las drogas a proveedores de cocaína de América del Sur.

Cuando la policía del aeropuerto de Comalapa lleva a Marta Irene a una sala de interrogatorios (después de encontrarle la inmensa cantidad de dinero en efectivo), es ella quien cuenta a la policía que en una finca existían $30 millones (no sólo $14.6 millones), enterrados en barriles de plástico, sepultados en el departamento de La Paz. A la policía le habló, concretamente, de la finca El Recolado.

“La Churra” no pudo aguantar el interrogatorio y confesó que su amante le había encargado mover $30 millones desde El Salvador hasta Panamá por vía aérea y también terrestre.

La mujer también le confió a las principales autoridades salvadoreñas que ella había visitado la hacienda y la casa localizada en el sitio donde la policía encontró los barriles con gigantescas sumas de dinero en efectivo. No fue difícil que confesara todo.

¿De quién era ese dinero?

La leyenda que ha provocado varios asesinatos en Guatemala y, a fines de diciembre pasado, hasta un secuestro sangriento en el país, nació de la boca de la hermosa Marta Irene. Pero, también tiene otra explicación.

El encargado de trasladar el dinero de El Salvador a Panamá era el guatemalteco Ortega, uno de los más importantes contadores de Jorge Mario, el “Gordo” Paredes. Este es uno de los narcotraficantes más importantes de Guatemala. Actualmente se encuentra en prisión, en Estados Unidos.

Paredes ha sido siempre el jefe del Cártel de Jutiapa. Fue detenido en Honduras en 2008.

Ahora se encuentra en una prisión de Nueva York. En Estados Unidos recibió una condena de cárcel de 31 años. Siempre se le ha considerado uno de los narcotraficantes más importantes del continente.

El único que sabría donde está el resto del dinero que se guardaba en la finca del Departamento de La Paz es el guatemalteco Ortega. Pero, se desconoce el último paradero del contador de Paredes.

Pero lo que decía Marta Irene, su examante salvadoreña, y lo que el propio contador de Paredes advertía sobre los $30 millones ocultos en barriles, fundó toda una leyenda en los principales cárteles de la droga de Guatemala.

Un agente de la DEA radicado en Guatemala, quien se identifica como Christian Holm Cobian, dijo a Diario 1 que en ese país hay muertos provocados por la avaricia de encontrar lo que restaría de los $30 millones porque ese dinero quedó a la “deriva”, como si existiese en tierra de nadie. Se sabe que, incluso, algunas personas cercanas a Ortega han enviado una especie de comando a tratar de recuperar el dinero que Paredes ha tenido que descontar de sus ganancias.

LA LEYENDA DE LOS 15 MILLONES

Un secuestro

La leyenda sobre los restantes $15.6 millones que todavía estarían escondidos aquí, provocó, a fines de diciembre del 2013, hasta el frustrado secuestro de un empresario de la pesca que acabó con cuatro policías presos.

El secuestro del empresario –quien anteriormente también había sido plagiado en dos ocasiones y debió pagar importantes sumas de dinero para que lo liberaran– se produjo luego de que policías trataron de convencer a agentes de la DEA, que el pescador tenía escondido otro barril con $10 millones en dinero en efectivo.

Al empresario pescador Óscar Mauricio Rodríguez, alias “El Tripa”, nativo de La Herradura, en el departamento de La Paz, lo secuestraron un subinspector y tres agentes de la PNC, destacados en Santiago Nonualco y San Luis La Herradura.

Los cuatro plagiarios fueron detenidos el fin de semana pasado después de ser identificados como el subinspector José concepción Marín Lozano, de 36 años, el sargento Juan Antonio Laínez Valencia, de 40 años, y los agentes Juan Carlos Anaya López (29) y William Alberto Alfaro (32).

En el proceso también son investigados los hermanos Orlando y Raúl Ernesto Mejía, de 40 y 42 años, respectivamente.

Ellos intentaron secuestrar a Óscar Mauricio Rodríguez el 30 de diciembre del 2013, en el kilómetro 57 de la carretera que une a Zacatecoluca con San Luis de Herradura.

Habría sido el agente William Alberto Alfaro quien convenció al subinspector José Concepción Marín, y a los agentes Laínez y Anaya de secuestrar al empresario, después de hacer creer que la víctima se dedicaba a trasegar drogas en la zona y de estar conectado con los guatemaltecos que mantenían mucho dinero en efectivo en barriles.

Reunión con la DEA

Ahora se sabe que Alfaro se había reunido con un agente de la DEA conocido como “Comando” para hablarle de los supuestos negocios del pescador Rodríguez.

Al empresario lo acusó de recibir cargamentos de drogas que llegan a San Luis Herradura y que la pesca era un disfraz de lo que supuestamente sucedía.

El agente, sin embargo, no mostró pruebas y no lo tomaron en serio, a pesar de que casi juró que el empresario Rodríguez había encontrado el dinero que el “Gordo” Paredes sepultó en algún sitio del Departamento de La Paz.

Pero, Alfaro llegó más allá. Tras repetir la historia del millonario hallazgo, convenció a otras autoridades de que tenían que secuestrar al empresario Rodríguez por dos razones: para arrebatarle el dinero “enterrado” y luego pedir un rescate por su secuestro.

Para eso, lo primero que hizo fue reunirse con el subinspector Marín, y los otros dos agentes detenidos con este, y les dijo que sacaran provecho de todo.

Alfaro era motorista del subinspector Marín, quien trasladado, hace dos meses, desde San Vicente, por problemas disciplinarios y acordaron secuestrar al empresario Rodríguez.

Rodríguez se dedicaba a comprar pescado en San Luis La Herradura y La Libertad para distribuirlo y venderlo en San Salvador.

Fue el 30 de diciembre del año pasado, cuando Rodríguez fue secuestrado cuando viajaba en un vehículo en la carretera entre Zacatecoluca y San Luis Herradura.

Los secuestradores (todos policías) se encontraban en el lugar simulando que existía un retén policial. Ahí interceptaron el coche del empresario y procedieron a ejecutar el secuestro.

Luego subieron al empresario, y a su acompañante a un pick up blanco y trasladaron a ambos a una casa en Tamanique, en el Departamento de La Libertad, propiedad del subinspector Marín.

Luego emprendieron negociaciones para recibir el pago de un rescate. También lo interrogaron sobre el supuesto barril con al menos $10 millones de lo que quedaba de lo escondido por Paredes. Luego se dieron cuenta que eso no era cierto. Por eso decidieron asesinar al secuestrado después de que se pagara el rescate.

El plan no salió bien. La persona secuestrada huyó junto al empresario y luego avisó a las autoridades. Pronto los secuestradores fueron localizados. Además, se le decomisaron teléfonos celulares con los que se comunicaron con familiares de las víctimas.

El caso de la inmensa fortuna de dinero en efectivo escondido en barriles necesita tiene ya un ajuste de cuentas. También se sabe que, por la información sobre el paradero de los barriles restantes, habría sido asesinado Ortega y otros colaboradores suyos.

Las muertes en Guatemala habrían ocurrido porque, al trascender la información de los $30 millones (sólo $14.6 millones descubiertos), algunos se dedicaron a cortar lenguas con filosos cuchillos. Se dice que son al menos cuatro las muertes acreditadas en Guatemala ante los propósitos de algunos de encontrar el mapa del tesoro como entre viejos y azarosos piratas.

La mejor prueba de la leyenda de los supuestos $15 millones restantes es ahora otra: que cuatro policías secuestraran a un comprador de pescado. Uno de ellos juró a sus compañeros que los recipientes atiborrados de dólares los había descubierto el comerciante. Pero no era así. La leyenda todavía está viva.