El general Jaime Abdul Gutiérrez lo dice sin frenos: “sin mi presencia en la cúpula del poder en los días posteriores al golpe, no se hubiera pasado de aquel momento crítico a la realización de tres elecciones democráticas, honestas y limpias, a partir de 1982, gracias a las cuales la nación tuvo su primer presidente civil electo libremente en más de medio siglo”.
Cualquiera puede disputar o apoyar esas afirmaciones que Jaime Abdul Gutiérrez hace en su libro “Testigo y actor”. La obra acaba de ponerse a la venta en algunas de las principales librerías del país.
Pero, independiente de lo que usted piense sobre lo que él escribió, no hay duda que el golpe de Estado del 15 de octubre de 1979 que Gutiérrez encabezó, tiene un enorme significado para la historia salvadoreña.
El autor del libro dice que ese no fue un cuartelazo tradicional. Más bien lo define como un cambio meditado y planificado, para sacar al país de la ingobernabilidad en que estaba. Abdul jura que lo que querían era sentar las bases de una democracia más justa y moderna.
¿Medicina contra qué? El autor lo define: de no haberse producido ese golpe contra el general Romero, presidente de la República en ese tiempo, el país habría caído en un sistema político totalitario.
¿Quién es el autor?
Jaime Abdul Gutiérrez ya falleció. Fue un militar de carrera que logró influenciar la historia a finales de la década de los setenta. Se dice que era muy disciplinado y estudioso.
Nació en un modesto hogar de Sonsonate el 5 de abril de 1936. Su padre trabajaba en el Registro Público de la Propiedad. Su madre era profesora. A los cuatro años, quedó huérfano. Sus abuelos terminaron de criarlo.
Gutiérrez ingresó a la Escuela Militar en 1954. Ahí permaneció tres años. Una vez graduado, pasó a ser comandante de sección en el Quinto Regimiento de Infantería de Santa Ana.
Jaime Abdul hizo una rápida carrera dentro del Ejército. Siempre estuvo rodeado de reconocimientos. Incluso, en 1962, realizó estudios militares en México, donde se graduó como ingeniero industrial. A principios de los años setenta prolongó sus estudios en Corea. Siempre se vislumbró como un alumno especial. En 1973 comenzó a trabajar como jefe de planificación de ANTEL. Luego lo promovieron al cargo de gerente.
Cuando Carlos Humberto Romero llegó a gobernar el país, lo regresaron como ejecutivo de la Maestranza del Ejército. Seis meses después fue nombrado Comandante de la misma.
Gutiérrez falleció el 9 de agosto del 2012. Está sepultado en San Salvador, pero hace pocos días comenzaron a circular sus memorias.
El golpe de Estado
El 15 de octubre de 1979, a las 8.15 a.m., un grupo de militares se sublevó contra el general Romero. Jaime Abdul decía que todos los golpistas eran militares reformistas.
“Lo que se hizo fue decirle al Presidente Romero que las Fuerzas Armadas estaban en rebeldía y desconocían su autoridad y la del alto mando. Todo salió perfectamente”, escribió.
Cuarenta y cinco minutos después de hacerle el anuncio a Romero. Todo estaba en calma. Los rebeldes apresaron a sus comandantes y asumieron el mando de las guarniciones. El golpe estaba dado.
Abdul dice que el golpe se aplazó tres veces. Incluso, reconoce que los planes corrieron mucho riesgo porque habían sido descubiertos y los rumores de golpe eran muy fuertes.
El militar recuerda que seis semanas antes de producirse dicho acontecimiento, Romero descubrió la conspiración y varios oficiales fueron llamados a Casa Presidencial. Entre esos oficiales estaban Carlos Eugenio Vides Casanova, José Guillermo García, René Guerra y él.
El día que los llamaron, Abdul no estaba. Dichosamente, como lo dice, “no me volvieron a convocar”. Sin embargo, el 13 de octubre, poco antes del golpe, lo citaron con urgencia al despacho del subsecretario de Defensa, José Eduardo Iraheta.
El militar lo increpó. Le dijo que sabía que estaba involucrado en una conspiración.
Según la versión, todo eso lo supo porque Juan Francisco Mena Sandoval había tratado de comprar a unos mecánicos de la aviación.
En ese encuentro, Iraheta conminó a Gutiérrez que detuviera a Mena Sandoval. Abdul se rehusó a hacerlo y le dijo que lo haría luego. La sorpresa es que Iraheta aceptó llevarlo a cabo de esa manera.
El éxito
Abdul dijo que nunca estuvieron seguros sobre el éxito del golpe. Pero cuando salió del despacho de Iraheta, Abdul llamó a Mena Sandoval y le dijo que se fuera del país. Mena cumplió y Abdul pudo decirle a Iraheta que no lo encontraba por ningún lado.
Una de las preocupaciones que tenían en ese tiempo los golpistas, según Abdul, es que temían que la ultraderecha del país quisiera controlarlos a ellos después del golpe.
Abdul no se expresa bien de todos los militares de su tiempo. Asegura que cuando el 15 de octubre llamó a Romero para decirle que estaba derrocado, no le creyó.
Según su relato, Romero trató de convencerlo de que el golpe era un error. Le dijo que pensara en las consecuencias y hasta le repitió que lo único que pasaría era la toma del poder por parte de los comunistas. “No quería creer que todos los cuarteles estaban de nuestro lado”, escribió Abdul.
El golpista dice que Romero llamó telefónicamente a José Guillermo García, comandante de la Quinta Brigada de Infantería, con sede en San Vicente. Este le dijo que no había ninguna novedad.
Según Abdul, García estaba calculando por qué lado le convenía inclinarse. Dice que se enteró del doble juego de García hasta que posteriormente fue nombrado Ministro de Defensa.
Otro que nunca estuvo del todo al lado de los golpistas fue Vides Casanova. Siempre se excusa de hablar sobre la conspiración militar. Supuestamente siguió leal a Romero hasta el fin.
No quiso salir del país
Cuando se produjo el golpe, Romero no quiso salir del país. Los golpistas le dieron tres horas para que abandonara El Salvador. El gobernante depuesto insistió en enviar a una persona para que hablara con Abdul.
Gutiérrez accedió y Romero le envió al secretario de la Presidencia, coronel Rafael Flores Lima. Éste pidió que le ampliaran el plazo para salir del país hasta las seis de la tarde.
Abdul y los golpistas temieron una trampa. Entonces le pusieron tres condiciones que Romero debía cumplir. En primer lugar, que reestableciera el servicio telefónico que estaba cortado. Segundo, que algunos comandantes depositaran el mando. Finalmente, que el coronel Iraheta abandonara el batallón aerotransportado de la Fuerza Aérea. Temían a sus apoyos.
Con eso se profundizarían las condiciones favorables al golpe de Estado.
Romero finalmente salió de El Salvador a eso de las 6.30 p.m. a bordo de un avión que le prestó el general guatemalteco Romeo Lucas García. No confiaba en los pilotos salvadoreños. Varios militares de alto nivel se marcharon con él. El golpe triunfó y los dos militares que lo encabezaron fueron Gutiérrez y Adolfo Majano, quien escribió un libro, separado, sobre esos hechos.
Abdul dice que Álvaro Salazar Brenes fue el ideólogo del golpe. Él fue el estratega. Así lo define. Sobre Majano, reconoce que tuvo muchos desacuerdos con él, entre otras cosas porque no formaba parte del movimiento insurreccional. “Siete días antes del golpe se le hizo saber que había un movimiento y se le preguntó si quería participar”. Él tardó seis días en dar la respuesta y cuando la dio no fue sólida”.
“El problema es que un hermano de él manejaba la agencia ACAN/ EFE. Todas las noticias internacionales que pasaba esa agencia ponían a Majano como el centro de todas las decisiones y me ponían a mí como un retrógrado, un hombre muy conservador. Eso empezó a crear cierto problema”.
Abdul dice que la izquierda le daba hecho todo lo que tenía que decir a Majano. Hasta lo acusa de que el padre Ignacio Ellacuría le hacía los escritos. En el libro hace graves acusaciones contra Majano.
Primer comunicado
En el primer comunicado que los golpistas hicieron al país hablaron de estructuras económicas anticuadas, condenan los fraudes electorales de los militares y prometen elecciones auténticamente libres. Muy pronto plantearon que harían una reforma agraria.
Abdul escribió que ellos lo que quisieron, en la primera Junta de Gobierno, luego de deponer a Romero, es que al lado de dos militares (él y Majano) estuvieran representantes de la empresa privada, de la Internacional Socialista, los jesuitas y otros sectores como el Diálogo Nacional y el Foro Popular.
Por eso incorporaron a Guillermo Manuel Ungo, al Ing. Román Mayorga (rector de la UCA), y al Ing. Mario Andino (dirigente de la ANEP). Gutiérrez dice que la izquierda no estaba de acuerdo con ellos ni con el golpe.
La segunda Junta de Gobierno
Abdul dice que en diciembre de 1979 unas diez mil mujeres del grupo Pro Paz se manifestaron en San Salvador. Alega que la manifestación fue agredida y disuelta por “mujeres izquierdistas”. En ese choque murieron siete personas.
Califica al grupo Pro Paz como una organización de mujeres conservadoras que se oponían al programa de reformas que ellos decretaron.
La situación empeoró luego: “asociaciones empresariales decretaron el cierre de negocios en la capital, mientras bandas juveniles cometían actos vandálicos, asaltaban almacenes y supermercados, y prendían fuego a buses y carros particulares”.
Casi al mismo tiempo se produce una fuga de capitales que él reconoce, mientras la guerrilla destruye las cosechas. Los choques callejeros se elevan. La violencia no cesa. Hay muertos en las calles.
Abdul reconoce en su obra que los miembros civiles y militares de la Junta chocan por los métodos de aplicación de las reformas. Los civiles no querían métodos represivos, según las palabras de Gutiérrez. La reforma agraria producía muchas reacciones.
En el fondo, los militares cayeron en el convencimiento que el país no estaba preparado para un gobierno plural y abierto. Compartir las responsabilidades de dirigir el país se les dificultó a militares y civiles, como él lo acepta en su libro.
En medio de eso se produjeron renuncias de ministros y de magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Por eso es que el 2 de enero de 1980, Monseñor Oscar Arnulfo Romero convoca a una reunión en el Arzobispado. Lo que se habría producido sería un intercambio de acusaciones entre los dos militares gobernantes y Guillermo deUngo y Ramón Mayorga. Al día siguiente, los dos civiles renunciaron. Se produjo también una renuncia masiva de ministros y otros funcionarios.
Enero se tornó violento. La guerrilla incrementó sus acciones. Incluso, se tomaron media docena de radioemisoras. Andino también se largó de esa Junta.
El 9 de enero se nombraron a otros miembros civiles de la Junta de Gobierno: José Antonio Morales Erlich, Héctor Dada Hirezi y José Ramón Ávalos Navarrete. Esto último significó un acuerdo entre militares y el Partido Demócrata Cristiano. Así se abrió paso la segunda Junta de Gobierno.
Jaime Abdul Gutiérrez dedica algunas frases a Monseñor Oscar Arnulfo Romero y dice lamentar que nunca tuvo la oportunidad de hablar a solas con él. “Nos habría entendido”, asegura.