Los días pasan, los gobiernos roban, todos componen su vida con buenos trabajos. Las angustias diarias están viajando en el bus, despertando. Nada. En un país de belleza tropical, reina el misterio, reina la indiferencia. Ella murió. ¿O la mataron? Con cincuenta años, en el día de su cumpleaños, no se le volvió a ver. ¿Quién mató a Morena Celarié?
Ya casi no he visto al Maestro. No es que fuera mi maestro, le digo así porque realmente es un “Maestro” pero de la danza. La danza sentida. La danza que surge del animal salvaje. La danza que fue. Y solo quedó su nombre Morena Celarié, su nombre en el olvido y silencio. Su gran amiga, Morena, Morena Celarié. Es Vicente Aguiluz “El Indio de Cuscatlán”, discípulo de la bailarina que impulsó la danza folclórica en El Salvador.
Él me ha tomado cariño. Desde el 2011, que realizó en Nuestra América una charla. Lo acompañé, me hizo subir a la mesa con él. Tal vez me vea como una hija, o alguien con quien conversar. Él encuentra en mí algún eco de su pasado, una luz por donde enviar sus mensajes. El abuelo, como le digo, o sea el Maestro, de digno andar, altivo y erguido, a pesar de estar en la octava década de su vida, su vivaz mirada me indica cuánto hay por conversar. En abril de 2014, en el MUPI, el Maestro realizó una charla y exposición con sus recortes y fotografías, hicimos una pequeña exhibición por esa noche.
Antes, venía seguido al santuario de la memoria donde trabajo, aparecía sin anunciarlo, como a un manantial, donde podía conversar con esta amiga primavera que lo puede escuchar. En 2016, le acompañé a recibir un pergamino como Hijo Meritísimo de parte de la Asamblea Legislativa, sí, es Hijo Meritísimo, pero aparte de eso no le dieron ni un centavo. En 2018 la Unidad de Cultura de la Universidad de El Salvador también le dio un Pergamino de Reconocimiento, lo acompañé esa vez.
Pero él vive en el ensueño de hablar de su recordada Morena Celarié, eso le alegra, y yo le escucho. La bailarina Morena Celarié para el Maestro, es un ícono, pues como siempre hablamos de danza. Siempre, nuestro tema es la danza.
Hay un misterio en Morena que quiero descubrir, hay algo que siempre he curioseado, solo escuché hace tiempo, cuando yo era niña, que Morena se lanzó de la Puerta del Diablo, en Los Planes de Renderos. Pero no es todo…
Morena Celarié nació en el Barrio San Jacinto de la ciudad de San Salvador el 20 de abril de 1922. Desde su infancia venía destinada a la danza. Sus dotes artísticos la hicieron destacar en los teatros y lugares donde se presentaba. Se gradúa en la Escuela Nacional de Maestros España. Obtuvo una beca en México para estudiar coreografía en Bellas Artes. Después de muchos triunfos y hasta dirigir grupos, regresó a El Salvador, acompañó y observó de cerca las expresiones culturales del pueblo indígena, la flora y fauna cuscatleca, inspirándose para proyectarlas en sus movimientos y formas.
En 1961 forma su grupo de danza “Ballet Folclórico Morena Celarié”, mujeres y hombres con quienes realiza múltiples presentaciones dentro y fuera de El Salvador. Es en esa época, que comienza a ser su primer bailarín Vicente Aguiluz. Ese año, es filmada con su danza en “El Rostro”, película del cineasta salvadoreño Alejandro Cotto, la cual participó en la Berlinale. Morena fue nombrada agregada cultural del ISTU, pero del que no recibía remuneración económica. Su aporte era la danza. A través de invitaciones sin patrocinio alguno, ella y su grupo bailaron, sintieron, vivieron, representaron al país. Toda esa década floreció para ella. A pesar de la represión del Estado que ya existía. Con su carrera viajaron por todo el país y por Centroamérica, Nueva York, Miami, Alemania, España.
Vicente Aguiluz, en algún momento, me dijo: «una vez me secuestraron».
Eran los tiempos de la sospecha, de que te metían en un carro “los judiciales” que podían ser cualquier cosa, y hacer cualquier cosa”. Pero ellos capturaron al Maestro y lo llevaron por la ciudad a dar vueltas en un carro, a preguntarle cosas de política que no tenía idea, a ver en qué andaban metidos, ellos, ¿Por qué bailaban con esos atuendos? Así vestían los campesinos y parecían los herederos del 32. Algo prohibido de mencionar, aun en los sesentas. Bailar así, era regresar a Lo Nuestro, como decía Morena. A las raíces reveladas por los movimientos de la naturaleza, del cuerpo ancestral que era el que le daba luces para inventar pasos. El Maestro fue soltado por estos hombres, que no lo asesinaron. Hubiera sido otro muerto más y sin justicia, como aparecían en esos tiempos.
Me ha contado muchas cosas, siempre habla de ella. Morena no tuvo hijos. Dedico su vida a la danza. Siempre vistió de blanco. Era algo místico-religioso, por gratitud a la vida y a la virgen de Guadalupe. Finaliza la década de lo sesentas con penurias siempre, pero bailando, ella y su grupo ahorrando, ensayando, inventando, riendo y llorando.
Un misterio
Es el 20 de abril de 1972 que desaparece. Era el día de su cincuenta cumpleaños. Según me dijo el Maestro Aguiluz, ella recibió una llamada para ir a dar clase a cierto lugar a Los Planes de Renderos, y a partir de eso, no se sabe nada más.
Nadie supo nunca nada más. Los periódicos anuncian su muerte como suicidio, un par de días después. Hay versiones que dicen que le dieron un balazo en la espalda y cae al vacío, desde uno de los peñones en el precipicio de La Puerta del Diablo.
Una vez, para un aniversario de Salarrué, el Maestro estaba conmigo en su tumba y me dijo que fuéramos a buscar la tumba de Morena. Su cuerpo reposa también en el Cementerio de Los Ilustres en San Salvador. Caminamos. Él seguía adelante, yo detrás. Llegamos. Es cerca de donde está Alberto Masferrer, y en su placa solo dice “MORENA CELARIÉ. 20 de abril de 1972”. En las biografías que andan por ahí dice que murió el 22 de abril. Misterio. Misterio.
La Escuela Nacional de Danza “Morena Celarié” lleva su nombre. Pero nunca veo interés alguno en promover “en serio” la figura de esta brillante mujer. Marginada por el olvido. Como muchos personajes históricos.
El Maestro, destrozado su corazón, continuó durante décadas ganándose el pan. Viviendo. Promoviendo y recordando a Morena. Movilizándose en buses chatarra, aguantando empujones, robos, caídas. Bailó en escuelas, dio clases gratis, y aun lo buscan… para dar clases gratis.
“Pero ya no salgo. Ya solo vos estás pendiente. No viene nadie a verme”, me dice. Apenas sale al pasaje de la colonia donde vive. El maestro continúa. Una vez tuve que hacer una cabuda (colecta), para conseguirle un nuevo bastón, pues me contó que en un bus se lo botaron y salió el bastón disparado entre los barrancos. Gracias a Carlitos Quintanilla por atender a mi llamado y entregamos un buen bastón.
A sus ochenta y dos años, sale poco, solo por sus medicinas. Le duelen los pies. Quiere platicar. Quiere que le visite seguido. Se siente solo. Está solo. Camina al sol, entre el smog, con sus zapatos blancos, con su mirada brillante, con su voz distinguida y su espalda erguida, recordando en sus memorias los más gloriosos instantes bailando descalzo junto a Morena Celarié.
Pero siempre con la duda, siempre en la memoria, siempre ese día. Esperando saber como yo ¿Qué le paso a Morena? ¿Por qué? ¿Quién mató a Morena Celarié?