Justicia social, honradez, participación ciudadana, unidad, acuerdos de nación, superación de egoismos personales para hacer prosperar a El Salvador son los mensajes clave que ocupó el 1 de junio de 2014 Salvador Sánchez Cerén en su discurso de toma de posesión como presidente. Un año más tarde los recicló como ganchos en la rendición de cuentas de su primer año de gestión en el Órgano Ejecutivo.
El tono de su discurso de rendición de cuentas pronunciado en la Asamblea Legislativa sonó muy parecido al que había ocupado hace 365 días: como el de un mandatario que llega al poder por primera vez y no puede cambiar la situación de la noche a la mañana por su inexperiencia; era como si nuevamente empezaba desde cero y estaba debajo de la sombra de los programas que implementó la administración de Mauricio Funes.
El discurso de 2014 lo inició con su propósito de presidente: ejercer con honradez, austeridad, eficiencia y transparencia. Pretendía, asimismo, garantizar la gobernabilidad fundamentada en el crecimiento económico y en la distribución social del ingreso con miras a crear un ambiente de justicia social. Ayer habló con palabras muy similares pero antepuso el antes y el después: “Estamos avanzando en el camino correcto” a la vez que actualizó el momento: “Teniendo presente ese amor por la justicia social que nos legó nuestro pastor, mártir y beato, Monseñor Romero”.
Cuando el año pasado se refería a la inseguridad lo hizo con un llamado: se necesita de una “gran unión” contra la delincuencia. “Debemos superar cualquier diferencia y unirnos por el interés común”. Después de la ruptura de la tregua entre el Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, el aumento de 15 a 20 homicidios diarios, la creación del Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia, el nombramiento de Hato Hasbún como comisionado de ese rubro, la guerra entre las fuerzas de seguridad y las pandillas que ha dejado como saldo más de 45 policías asesinados mientras estaban desarmados en sus días de descanso, el mandatario volvió a manifestarse en términos muy parecidos: “Hoy vivimos en un nuevo momento (…) es tiempo de sentar bases sólidas y duraderas para una sociedad en paz y armonía”.
A la hora de las propuestas, al igual que hace doce meses, Sánchez Cerén no anunció ni una medida concreta sino que se limitó a decir que al país le esperan “muchos desafíos pendientes” de los que tampoco ha especificado cómo enfrentará; solo pidió a los partidos trabajar “sin egoismos personales”. Antes había dicho: “Ahora en este momento requiere que pongamos todas nuestras voluntades”.
El orden de los temas de los dos discursos es diferente. En el de rendición de cuentas priorizó la tibia apertura de relaciones comerciales con China, la previsión de crecimiento del 2.5% de la economía, el primer paso en la diversificación de la matriz energética, la entrega de 7,000, 000 de plantas de café, la inversión de $363,000, 000 invertidos en la construcción de obras, el inicio del FOMILENIO II, la atracción de nueve empresas extranjeras, entre otros.
Luego, sin mencionarlo, Sánchez Cerén se hizo sombra con los proyectos de la gestión de Funes como los paquetes escolares –que en este último año se ampliaron hasta bachillerato-, la alimentación escolar, el programa Vamos a la Escuela y la construcción de la sexta sede de Ciudad Mujer.
Como principales diferencias también pueden mencionarse que en el discurso de toma de posesión el gobernante mencionó dos veces a Funes como actor importante del pasado; en el de ayer el expresidente dejó de ser importante porque no le dedicó ni una línea. También desaparecieron las víctimas de la Guerra Civil y el poeta Roque Dalton a quién lo asesinó el alto mando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 10 de mayo de 1975.
ARENA percibió que el presidente tampoco había renovado su discurso. La diputada Ana Vilma de Escobar, por ejemplo, opinó que “todo estaba calcado, como un copia y pega cuando habla de diálogo porque reconoce que debe hacerlo con todas las fuerzas políticas pero el diálogo está ausente de su gestión”.