“Yo soy una cabeza de hogar, y ahora no hemos podido llevar comida porque no hemos trabajado y no hemos ganado. Aquí hay muchos que están así. Por el hecho de querer llevarles el pan a nuestros hijos vamos a luchar”.
Estas son las palabras de una madre de familia desesperada porque en menos de tres horas desmantelaron su trabajo realizado por años. Trabajo por el que ha luchado durante 29 años.
Diosina Rosales trabaja como vendedora de productos de higiene desde 1986. Ha visto pasar muchos funcionarios por la alcaldía de Santa Tecla, y según ella, ninguno ha logrado mejorar la situación de los puestos asignados para las ventas en la ciudad.
Alrededor de ella tiene a toda una multitud de personas que la escuchan con atención y asienten con la cabeza a todo lo que dice. Parece que es una de las voceras del pueblo. Se ve que es una mujer de carácter fuerte, seria y decidida. Y en este momento, su objetivo principal es luchar para que ella y sus compañeros puedan llevar a cabo sus ventas sin que nadie se los prohíba.
Eran las 12 de la madrugada cuando más de 50 oficiales del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM) acompañados de otros de la Unidad del Mantenimiento del Orden (UMO), comenzaron a desmantelar los puestos de venta ubicados frente al parque San Martín de Santa Tecla. Algunos de los vendedores afectados se hicieron presentes a esa hora sin poder hacer nada con tantos elementos policiales. Ellos habían recibido una orden y solo estaban cumpliéndola.
Otros, como Diosina, se dieron cuenta de lo sucedido hasta las cinco de la mañana, hora en la que comienza su jornada laboral. Los utensilios que usaban para trabajar estaban en el suelo o en la basura. La acción fue quitarles su lugar de trabajo sin decirles nada.
Al llegar al lugar y darse cuenta de lo que estaban haciendo tampoco se les permitió sacar la mercadería de las bodegas. El alcalde Roberto D’abuisson había dado las indicaciones con anterioridad. La preocupación de Diosina era que en casa la esperan tres hijos con todas las necesidades de un ser humano, y este día apenas un dólar con centavos en las bolsas de su delantal. Aún nos sabía cómo iba a hacer para darle de comer a sus hijos.
“Con lo que ganamos hoy llevamos el sustento de comida para nuestros hijos, pagamos vestido, comida, agua, luz. Con lo que se invierte tratamos de progresar y levantar el negocio. El hecho que seamos vendedores no quiere decir que no tenemos responsabilidades”, decía con voz alterada, llena de preocupación.
Que se les permita vender durante la temporada navideña es una de las principales metas a lograr con la alcaldía, ya que es una de las épocas en donde se genera más ganancia. Según la mayoría de vendedores esta ganancia contribuye a los pagos venideros: compra de útiles escolares, pago de colegiatura, cancelación de deudas a prestamistas o bancos, bodegas, etc.
No es una situación fácil. La venta en calles es así: el dinero que entra, rápidamente vuelve a salir. Se mueve con velocidad, de no ser así el negocio se hundiría. Un día perdido de venta es un día sin ganancias y sin inversión. Un día en el que tal vez la familia no tenga ni frijoles para comer durante la cena y desayuno del próximo día.
A Dionisia lo esperan tres hijos en casa, a quienes no les puede dar ningún pretexto y decirles “hoy no hay para comer”. De alguna forma ella tiene que llevar el sustento a la casa, por más difícil que esté la situación.
“D’abuisson es un hombre cerrado, que no se da a entender con la gente. Dice que va a velar por los pobres pero es mentira porque no se sienta con nosotros a dialogar. Nosotros no somos delincuentes, somos personas honradas que venimos a trabajar. Nada más es que dé la cara. Nosotras también somos mujeres emprendedoras que necesitamos trabajar por nuestros hijos”.
El ambiente en los alrededores del parque San Martín se vuelve tenso. Hay toda una red de vendedores esperando obtener una respuesta por parte de la directiva que se reuniría con los encargados de la alcaldía. Algunos vendedores habían sacado parte de sus ventas a la orilla de la calle en pleno suelo, era eso o no comer en la noche.
– “¡Vamos a esperar hasta mañana a las 9 para que nos den una respuestas, no podems hacer nada más!”- comunicaba a gritos uno de los comerciantes parado de una banca para que lograra ser escuhado por todos
– “¡Noooo! ¡Cerremos las calles de nuevo!, le respondían algunos llenos de enojo y desesperación.
Otro caso es el de William Pacheco, quien tiene una venta grande de películas, pero que este día estuvieron decomisadas dentro de las bodegas. Entre todos los que atienden el negocio suman siete, y cada uno de ellos representa una familia diferente.
Es decir, que esas siete familias también iban a salir afectadas por la acción de desalojar las ventas.
“Nosotros nos asoleamos y ganamos $10, ellos ganan “1,000 y no hay problema, ellos siempre lo han tenido todo en la vida. Nosotros tenemos 15 años de estar aquí y solo nos quieren sacar. Estamos dispuestos a luchar hasta las últimas porque nos están quitando nuestro trabajo”, expresaba William.
Por su parte, el edil tecleño dijo que “aquellos que están en puestos ilegales tienen que pedir espacio en el mercado, pero lo que no puedo permitir es que la gente siga quitándole el espacio a los peatones.
Un grupo de manifestantes se concentraron y, expresando su descontento frente a los medios de comunicación, aseguraron que “se va a juntar el pueblo y le vamos a dar fuego a la alcaldía”.