El asesinado arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero fue proclamado beato este sábado en una masiva ceremonia en la capital salvadoreña, a 35 años de su muerte.
«En virtud de nuestra autoridad apostólica facultamos para que el venerado siervo de Dios, Oscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo, mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico de los reinos de Dios, reino de justicia fraternidad y paz, en adelante se le llame beato», proclamó el cardenal Angelo Amato al leer una carta del papa Francisco.
Tras la declaración, los millares de asistentes a la ceremonia respondieron con un prolongado aplauso, mientras un coro entonaba «tu reino es vida, tu reino es verdad».
De inmediato fue develado un gigantesco retrato de Romero en medio de gritos de júbilo de una multitud entusiasta que coreaba «vivas» a su pastor.
Amato proclamó el 24 de marzo como el día de celebración de la fiesta de Romero, «el día en que nació para el cielo», una referencia a la fecha de su asesinato en 1980.
«Expreso nuestro más profundo agradecimiento al sucesor del apóstol Pedro, su santidad el papa Francisco, por la beatificación del mártir monseñor Oscar Arnulfo Romero, que derramó su sangre en defensa de la fe», exclamó el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar.
Romero fue llamado «la voz de los sin voz» por sus denuncias de la injusticia social y la represión que sufría el pueblo salvadoreño.
Su muerte fue calificada por el papa Francisco como un martirio «por odio a la fe», lo que abrió la puerta de su beatificación.
Masiva concentración
Miles de salvadoreños y extranjeros con banderas de sus países comenzaron a encontrarse este sábado en la plaza El Salvador del Mundo para participar en la beatificación del asesinado arzbispo Óscar Arnulfo Romero.
Tras una vigilia que transcurrió bajo la lluvia y que fue inaugurada por el cardenal de Honduras, Óscar Rodríguez Maradiaga, y otros obispos, las personas acuden con camisetas de distintos colores y con el rostro de Romero estampado.
Bajo un cielo despejado y clima agradable, miles de ciudadanos con banderas de Guatemala, Costa Rica, Argentina, Chile, Ecuador, Venezuela y de otros países del continente entonaban cánticos de alegría.
«Vivimos el momento más grandioso. Hoy glorificamos a monseñor, triunfan los pobres y la verdad se impuso sobre la mentira», declaró Juan Flores, un devoto de Romero que llegó con una camiseta blanca con la figura de Romero y una gorra para protegerse del sol.
Por diferentes rumbos de San Salvador autobuses del país, de Honduras y Guatemala buscaban estacionarse en las calles autorizadas y miles de fieles se agolpan en parte de las decenas de avenidas y en los más de 10 km habilitados para seguir la ceremonia en pantallas gigantes entre la alameda Roosevelt y el paseo general Escalón.
Las medidas de seguridad para llegar a la denominada zona cero son muy rigurosas, dos helicópteros de la Fuerza Aérea sobrevuelan la zona.
Presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos y enviado especial del Papa, la ceremonia tendrá lugar a las 10 de la mañana y será transmitida por cadena nacional de radio y televisón a todo el país.
La señal de televisión llegará al mundo por medio de dos satélites contratados para la ocasión.
En un hecho sin precedentes, el partido ARENA rompió en un aviso pagado en los periódicos el silencio que sobre el caso mantuvo durante los 35 años del martirio de Romero y saludó la beatificación.
«Nos unimos a la celebración de la Iglesia Católica en la beatificación de monseñor Romero compartiendo su mensaje de reconciliación y defensa de la vida, para que los salvadoreños vivamos como hermanos», fue el único párrafo del texto que presentó la estampa del Divino Salvador del Mundo y una diminuta bandera azul, roja y blanca de ARENA, que gobernó el país entre 1989-2009.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU identificó como autor intelectual del crimen al mayor del Ejército y líder de Arena, Roberto D’Aubuisson.
Este sábado en el acto central participarán 1,500 sacerdotes, seis cardenales, más de 100 arzobispos y obispos.
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