“¡Salgan, sino le vamos a dar fuego a la casa. Están rodeados. Abran la puerta. Somos la Policía!”, gritó un grupo de hombres fuertemente armados que estaban disfrazados de policías y soldados.
Minutos después, varios jóvenes salieron, uno a uno, de una casa ubicada en el caserío Ojo de Agua, municipio de Jucuarán, en Usulután.
A todos les preguntaron sus nombres y sus alias. Los identificaron. Luego los pusieron en fila, les exigieron que levantaran las manos y que se pusieran de rodillas.
Después les pidieron que entregaran las armas de fuego que tenían escondidas. Una de las víctimas les señaló un lugar de la vivienda y dos de los atacantes ingresaron. Luego aparecieron con fusiles, escopetas y pistolas.
“A estos dos ya los conozco. A este otro, ni modo…” dijo uno de los sicarios. De inmediato, se comenzaron a escuchar gritos de súplica y detonaciones de fusiles y escopetas.
La gente del caserío se alarmó por la fuerte balacera que se escuchó en ese instante. Eran pasadas las once de la noche.
Frente a la casa quedaron tendidos los cuerpos sin vida de Guadalupe Saúl Baires, de 22 años, Alexis Oliva Hernández, de 16, Ángel Daniel Oliva Hernández, de 23, Pablo Ernesto Gómez Zelaya, de 18 años, Marvin Omar Sorto Chávez, de 21, y Hugo Alexis Segovia Luna, de 19.
Minutos antes, a unos 25 metros de la masacre, el comando armado había ejecutado a Raúl Antonio Baires, de 32 años de edad, a quien también lo sacaron de su vivienda y luego de reconocerlo lo mataron.
Después de matar a los siete hombres del caserío, los atacantes se reagruparon y en forma disciplinada abandonaron el caserío. Nadie corrió. Los sujetos escaparon hacia un lugar conocido como caserío Guadalupe.
Pronto, los residentes salieron a ver de donde provenían los gritos de auxilio y las ráfagas de disparos. Fue entonces que se enteraron que sus vecinos habían sido asesinados.
Los familiares intentaron asistir a sus víctimas, pero las lesiones eran mortales, todos presentaban disparos en tórax y cabeza.
Una purga
Las patrullas llegaron 40 minutos después de lo acontecido porque la zona es de difícil acceso. No encontraron a nadie lesionado, todos estaban muertos.
Una fuente policial aseguró que Raúl Baires, había sido deportado hace algunos meses de los Estados Unidos y había llegado al caserío Ojo de Agua a conformar una clica de la Mara Salvatrucha.
En pocas semanas reclutó a varios jóvenes de la comunidad, quienes comenzaron a comercializar drogas, imponer extorsiones e instalaron puntos de asalto. A los pandilleros se les veía patrullar en los cantones y caseríos aledaños con armas largas.
De hecho, Ángel Daniel Oliva Hernández, uno de los fallecidos, ya contaba con orden de captura por el delito de homicidio.
La hipótesis de las autoridades es que la nueva clica, que estaba liderando Baires, no estaba reportando sus ganancias a la dirigencia de la MS del sector de Chirilagua, y por ese motivo ocurrió el ajuste de cuentas que acabó con la masacre.
Una fuente cercana a la investigación confirmó que este ajuste de cuentas sirvió para poner a prueba a este grupo armado. Fueron aproximadamente 20 sujetos uniformados como policías y soldados que portaban fusiles y escopetas.
“Hemos analizado el modus operandi de esta estructura y observado niveles de organización y disciplina de grupo. También estamos estudiando su movilización táctica operativa, definitivamente están siendo entrenados como unidad operativa de asalto”, afirmó una fuente.
Tanto la Policía Nacional Civil (PNC) como la Fuerza Armada emitieron comunicados para descartar que la masacre haya sido producto de enfrentamiento con unidades de estas instituciones.
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