El 14 de junio de este año, el Regimiento de Caballería estuvo de fiesta. Celebró su 155 aniversario. Hubo música, rifas, quiebra de piñatas, un ligero almuerzo y la típica coronación de la reina.
A la hora del almuerzo, el subteniente Luis Milla llegó al bar donde se encontraba el capitán Neftalí Corvera Serpas, encargado de uno de los almacenes de guerra de Caballería.
Le comunicó que había sido designado para dirigir a una tropa que participaría en el ejercicio denominado Jucuarán, el cual duraría una semana. El entrenamiento sería a pie y en vehículos, y utilizarían armas de guerra.
El capitán se puso de pie, sacó unas llaves y se desplazó hasta el almacén de guerra 202 del batallón Antitanque. Abrió las dos puertas de la bodega y le entregó el armamento al subteniente Milla.
En total fueron 17 carabinas A1, cuatro ametralladoras .50, seis ametralladoras M-60 y 12 cajas de munición para éstas. También le proporcionó varias mochilas, ponchos de hule, marmitas y vasos de aluminio. Todo quedó anotado en el libro de registro del almacén.
Cuando finalizó el reporte de la salida de las armas, el capitán cerró el almacén de guerra y le puso llave. Luego llamó por teléfono al soldado Óscar Batres Martínez y le ordenó que se presentara al pabellón para darle algunas indicaciones que debía cumplir.
Minutos después, el capitán le entregó al soldado Batres las llaves del pabellón y también le dijo dónde estaban las llaves del almacén de guerra. Le indicó que al día siguiente llegaría el subsargento José González González (el segundo encargado de las llaves del almacén) para recibir algunas armas.
Hasta aquí, de acuerdo con los testimonios documentados en el expediente, las versiones de todos los militares implicados coinciden.
Las incoherencias inician a partir de la entrega de armas que fueron utilizadas en el entrenamiento castrense, incluyendo las cuatro ametralladoras M-60 que aún se desconoce su paradero.
Incoherencias y contradicciones
Son más de 20 testificaciones documentadas en la investigación interna que realizó la Fuerza Armada. Las contradicciones e incoherencias son obvias en algunos testimonios.
El subteniente Luis Milla asegura no saber nada del extravío de las ametralladoras M-60, pero reconoce que el 14 de junio ingresó al almacén de guerra porque era el responsable del vehículo y todo el personal que iba a participar en el ejercicio de Jucuarán (el cual iniciaría el 16 de junio).
Dice que el capitán Corvera Serpas le entregó cuatro ametralladoras .50 y seis ametralladoras M-60, las cuales fueron registradas en un libro de control de entradas
Recuerda que regresó al regimiento de Caballería la madrugada del viernes 20 de Junio. Como a las siete de la mañana le entregó al sargento José González González 6 ametralladoras M-60.
Luego aduce que no se las entregó personalmente al sargento González porque éste no se encontraba en el almacén, pero que fue el teniente Kelvin Rosales quien supervisó la recepción de las armas.
Dice que a las ocho de la mañana le informaron que hacían falta cuatro ametralladoras M-60, pero que a él no le consta que el subsargento González o el teniente Rosales hayan sustraído las armas.
Por la tarde, asegura que entraron al almacén a verificar los libros y todo estaba en orden. Incluso recuerda que revisaron la infraestructura de la bodega y no encontraron ningún daño, pero que al siguiente día (el sábado 21 de junio) entraron nuevamente al almacén y vieron un agujero en el techo.
Por su parte, el teniente Rosales asegura que él no recibió ningún arma. Recuerda que el comandante del Regimiento de Caballería, Roberto Campos lo mandó a llamar para que se presentaran al almacén de guerra.
Cuando llegó observó que también estaba el capitán Corvera Serpas, el subteniente Milla y el subsargento González González. El objeto de la reunión era averiguar el paradero de las ametralladoras M-60.
En esa reunión, recuerda que el capitán Corvera Serpas reconoció que al único que le confiaba la llave de su pabellón era el soldado Batres Martínez.
Por esta razón, Rosales piensa que dicho soldado pudo tener alguna participación, pero que no le consta en absoluto que así sea.
El soldado Batres se defiende en su relato. Afirma que el mayor Juan Carlos Rivera lo obligó a entregar las llaves del almacén para sacar 3 ametralladoras y que las armas fueron subidas a un vehículo particular que había ingresado al cuartel.
Incluso narra que fue amenazado con una pistola 9 milímetros por uno de los tres civiles que acompañaban a Rivera Melara. Pero éste último niega todo lo planteado por el soldado Batres.
El comandante de Caballería, Roberto Campos, detalla que el 20 de junio se dio cuenta que hacía falta cuatro ametralladoras M-60, que en ese momento le dio la orden al señor ejecutivo que buscaran en otros almacenes y otras áreas, pero que al final no encontraron nada.
Al siguiente día, estando en el almacén con otros militares, observaron un agujero en el techo. La malla ciclón había sido cortada, el cielo falso estaba roto y la duralita la habían removido.
Un juicio cuestionable
Tras la pérdida de las armas, la Fuerza Armada decidió realizar un juicio interno contra el mayor Juan Carlos Rivera Melara, de 40 años, el subsargento José González González, de 43, y el soldado Óscar Oswaldo Batres, de 40.
Cuando Diario1.com supo del extravío de las cuatro ametralladoras M-60, llamó al ministerio de Defensa para confirmar la información. Sin embargo, vía comunicaciones negaron que existiera la pérdida de mencionadas armas.
Días después el ministro de Defensa, David Munguía Payés, rompió el hermetismo y reconoció que del Regimiento de Caballería, con sede en San Juan Opico, La Libertad, se habían extraviado cuatro ametralladoras M-60.
Los tres militares fueron exonerados el pasado miércoles por el Juzgado de Primera Instancia Militar por el hurto de armas de la institución castrense.
Fuentes fiscales aseguraron estar a la espera de la resolución escrita del tribunal militar para conocer los argumentos esgrimidos por el juez y de esa manera presentar una apelación.
Lo cierto es que el caso aún sigue siendo una incógnita.