Las faltas dentro del área tienen dos salidas: o son cobradas y corresponde un tiro de penal, o el árbitro sanciona al delantero por simulación y lo amonesta, tal como lo establece el reglamento.
Pero este domingo pasado, en un juego entre Brasilia y Once Lobos de la Liga de Plata, el juez Vicente Ruiz se dirigió al delantero colombiano Bladimir Díaz y en lugar de limitarse a sancionar “teatro” por parte del jugador, se acercó y le dijo : “levantate negro hijueputa”.
Esto despertó la ira del cafetero, que se levantó de la grama y le dio un cabezazo al mejor estilo de Zinedine Zidane en el mundial de Alemania 2006, rompiéndole el tabique nasal al réferi.
A partir de ahí el incidente se salió de control: se suspendió el cotejo al minuto 44, la afición, cuerpo técnico y dirigentes se indignaron, demandaron al réferi ante la Procuraduría de Derechos Humanos y se detuvo al jugador.
El hecho refleja el nivel tercermundista del fútbol criollo: no son los aficionados, como comúnmente ocurre en Europa, sino el encargado de impartir justicia en la cancha y de bajar las revoluciones cuando los ánimos se caldean, quien protagonizó un nuevo episodio de racismo.
Vicente Ruiz es reincidente: el jamaiquino Darrick Gordon, exjugador del Marte, dijo haber recibido insultos racistas de su parte, pero no recibió sanción alguna más que privarse de pitar en primera división.
El presidente del club, César Acevedo, así como el del equipo rival respaldaron al jugador, aunque no justificaron su agresión. Acevedo contó que habían llegado a un acuerdo con Ruiz para que, a cambio de 500 dólares, se evitara la retención del jugador por parte de la Policía Nacional Civil. Él no aceptó y, hasta el cierre de la edición, el deportista permanece tras bartolinas.
Luminarias del fútbol mundial como Mario Balotelli, Tierry Henry o Kevin Prince Boateng han sido víctimas de insultos racistas. Campañas contra este flagelo vienen y van, sanciones, como la quita de puntos o jugar los partidos a puertas cerradas, se han implementado. No obstante, cada fin de semana que se ponen en marcha las ligas del mundo se está a las puertas de un nuevo capítulo de esta vieja historia, tal como ocurrió este domingo en Suchitoto.
“Levantate negro, que aquí el que manda soy yo”
Paola Martínez es la esposa del jugador colombiano. Es salvadoreña, de pelo negro y ojos grandes. Entre una mezcla de indignación y dolor; cuenta su versión de los hechos con el llanto en la punta de la lengua:
“Me siento decepcionada, nunca habíamos vivido un caso así. Mi esposo nunca está lejos de casa. Cuando no está entrenando o jugando, pasa su tiempo nuestro hijo. Ayer el niño no pudo dormir. Pasó llorando toda la noche porque no estaba su papá. Yo creo que ese árbitro no tiene hijos ni su madre es santa, para que hiciera una cosa así. Fue algo injusto. No debería pitar nunca más, en ninguna división. No se lo merece. Es algo inhumano insultar y discriminar por tener distinto color de piel”, expresó.
El partido comenzó caliente, con mucha energía: los dos equipos querían ganar, contó la mujer. El Brasilia abrió el marcador, pero Once Lobos empató por medio de Bladimir. Hasta ahí todo iba bien.
Sin embargo, en un saque de banda cobrado por el volante Michael López, el árbitro Ruiz lanzó el primer trozo de leña al fuego:
– Sacá rápido bicho cerote, ni uno bueno podés hacer.
Posteriormente en una entrada de John Eduard Polo, el juez le mostró tarjeta amarilla. El jugador le reclamó, pero el juez no se quedó callado: “¿Y qué negro, qué me vez?”, le dijo.
“Si tiene el nombre del jugador y el número de camiseta no tiene por qué llamarlo negro”, manifestó Paola.
Después, el carrilero de apellido Chicas fue la siguiente víctima de los improperios de Ruiz:
–Parate, movete bicho culero, si ya te pité la falta, ¿qué no sos hombre vos?
Lo peor vino después. Bladimir se acercaba al área dejando rivales. Solo quedaba el último defensor, quien lo botó en el área.
Bladimir pedía penal, pero el árbitro más bien le sacó amarilla porque, según él, estaba simulando. Él le reclamó y luego mostró la roja, según cuenta la mujer. Luego vinieron las desafortunadas palabras de Ruiz:
–Levantate negro hijueputa, dejá de estar llorando que ya te pité falta, aquí mando yo.
“Ahí fue donde Bladimir le soltó el cabezazo. Era penal aquí y en China, la falta fue descarada. Yo estaba muy cerca, a cuatro metros de la jugada. Por eso todo lo que se dijo yo lo oí clarito”, contó Paola Martínez.
En ese momento se suspendió el partido y todos entraron al camerino porque temían lo peor, y así sucedió: se llevaron a Díaz a la delegación, donde aún permanece.
“Cuando se transportaban a Bladimir a la delegación, el árbitro se reía en mi cara. Fíjese usted, mi esposo detenido y él se fue tranquilo para su casa, disfrutando del sufrimiento ajeno. Espero que esto no se quede así. Solo pido justicia y que le suspendan el título de árbitro. Alguien así no puede cumplir con su trabajo”, recordó amargamente la mujer.
Mientras se decide si hay o no castigo para el juez Vicente Ruiz, lo que le queda a Bladimir, a su familia y sus compañeros de equipo es la unión y el compañerismo. Las ofensas contra las sintieron todos por igual.
Dicha unión es quizá la única forma de revertir actitudes como esta, ante una sociedad que transpira intolerancia por los poros.