El Salvador
martes 26 de noviembre de 2024

El testimonio de un salvadoreño que vivió secuelas del terremoto en Nepal

por Julia Gavarrete


A su regreso a la capital nepalí, luego de un viaje que realizó por países asiáticos, Jonathan describe el otro rostro con el que se topó: gente durmiendo en las calles, extranjeros buscando salir del país, casa caídas, los templos antiguos se convirtieron en pedazos de ladrillos, polvo y ruinas.

Más de cinco mil muertos y la cifra aumenta: Nepal sucumbió el pasado sábado ante un terremoto de 7.9 grados. Escombros, labores incesantes de rescate, lugares a oscuras. Encontrar supervivientes bajo las ruinas de los edificios es una esperanza imperecedera. De salvadoreños en Nepal se sabe poco. Pero de ese minúsculo número, uno que da señales de estar a salvo es Jonathan Morales.

Con un poco más de un año viviendo en Katmandú, la capital –cuyas joyas arquitectónicas están por los suelos-, Jonathan ha tenido que dejar su casa y refugiarse, junto a su esposa, en la embajada de Estados Unidos, desde donde relata esta historia. Casado con una estadounidense, joven de 26 años con doble ciudadanía y de espíritu aventurero, pinta un panorama desconsolador.

“Estamos en una situación difícil: las personas no encuentran a sus familias, no hay comunicación, las líneas se han caído, hay extranjeros desaparecidos”, dice en un mensaje enviado por correo electrónico, que escribe desde una computadora prestada en la Embajada. Acceso a internet tiene poco, no ha podido conectarse a redes inalámbricas y le es poco posible el enlazar llamadas.

El relato de Jonathan lo hace a cinco días de la catástrofe de la que aún sigue divulgándose información de los segundos que duró, suficientes para devastar regiones.

Pero antes de dar más detalles, Jonathan aclara a Diario1 que no puede revivir el momento preciso del terremoto: cuando tembló, él tenía un pie casi dentro de un avión que abordaría para volar de Malasia a Nepal. Hasta antes de llegar y toparse con edificios caídos, gente desesperada, calles colapsadas, el escenario que tuvo que vivir este salvadoreño fuera de las fronteras de Nepal es la sensación agónica de no saber qué ha pasado en la tierra que reside. “¿Qué pasó con nuestros amigos? ¿Cómo está la gente? ¿La ciudad? ¿Nuestra casa?” eran algunas de las primeras preguntas que le surgían en la sala de espera del Aeropuerto Internacional de Kuala Lumpur, la última parada de cinco países que recorrió como parte de una “luna de miel” con la que festejaba su matrimonio.

Un miembro de la seguridad nepalí camina entre los escombros de los edificios que se vieron dañados por el terremoto. / Foto D1: AFP.

Un miembro de la seguridad nepalí camina entre los escombros de los edificios que se vieron dañados por el terremoto. / Foto D1: AFP.

El sufrido regreso

El regocijo acumulado tras pasar por Japón, China, Vietnam, Indonesia y Malasia, se desplomó. “Nos preocupamos por nuestra empleada. La situación de Nepal se estaba poniendo muy crítica, y pensamos hacer todo lo posible por regresar”, describe. Pero estaban por emprender el viaje más largo de su vida: las horas para llegar a casa se parecían congeladas ante la imposibilidad de volar a Katmandú.

“Nos cancelaron el vuelo y lo pasaron para el siguiente día a la misma hora. Tuvimos suerte que la aerolínea nos pagó hotel y los tres tiempos de comida. Al siguiente día, el 27 de abril, nos levantamos y comenzamos a ver las noticias y revisar Twitter, para ver qué decían del aeropuerto. Nuestros amigos nos informaron que estaban bien todos”, continúa.

La casa donde reside Jonathan estaba incomunicada: una empleada habían dejado a cargo de cuidar de su hogar y de animales. Pero ella no contestaba el teléfono. Las llamadas no entraban y, hasta ese momento, no sabían de ella.

Día seguido, salieron rumbo a Katmandú. En el aeropuerto, Jonathan y su esposa veían la llegada de socorristas y paramédicos que abordarían su mismo vuelo. Pero aterrizar fue el nuevo obstáculo.

“Nuestro vuelo lo pasaron para las cuatro de la mañana. Los de la aerolínea nos informaron que tenía que pasar por Dhaka (Bangladesh), para cambiar de personal. Llegamos a ese lugar y cambiaron el grupo. Nos fuimos volando hasta Katmandú, pero estuvimos volando en círculos, esperando la autorización de poder aterrizar. Pero la base le informó al piloto que había seis aviones esperando también la confirmación. Estuvimos tres horas volando en círculos. Nuestro piloto nos informó que ya no teníamos combustible y que teníamos que regresar a Dhaka. Llegamos a Dhaka, llenaron el tanque y nos regresamos a Katmandú. Pasamos tres horas volando y nos denegaron el aterrizaje. En ese día pasamos 15 horas adentro del avión; había niños y personas de diferentes países. Todos estábamos agotados. La aerolínea nos dio un lugar donde quedarnos y comida”.

De vuelta en la capital nepalí, Jonathan comenta el otro rostro con el que se topó: gente durmiendo en las calles, extranjeros buscando salir del país, casa caídas, los templos antiguos se convirtieron en pedazos de ladrillos, polvo y ruinas.

“Llegamos a nuestra casa y vimos que nuestros animales estaban bien. Solo nos hacía falta nuestra empleada. Ese día no nos quedamos a dormir en la casa porque no sabíamos las condiciones de la casa. Aparentemente la casa se miraba bien, no tuvimos pérdidas. Pero decidimos irnos a algún albergue y la Embajada Americana nos ayudó”.

Para el 29 de abril, Jonathan regresó a su casa para recoger algunas cosas. Sin esperarlo, se encontró con su empleada, una mujer nepalí a quien aún se embargaba en pánico y llanto: en ese momento no sabía nada de su familia, había perdido su casa y estaba recolectando lo necesario, entre víveres y ropa,  para trasladarse a una villa y refugiarse.

Entre este miércoles y jueves, los rescatistas han dado muestras de tener la esperanzadora idea de que hay gente con vida entre los escombros: solo ayer un bebé fue sacado con vida entre los vestigios de los centenarios edificios; hoy una mujer y una adolescente en Katmandú. Una de ellas fue detectada con un sistema de detección de respiración bajo los escombros y que fue llevado por los franceses.

Pero aún faltan zonas en las que no ha llegado la ayuda. Por las condiciones geográficas, los equipos de rescate no han podido acceder.

Jonathan, en un último mensaje enviado a este medio, asegura que ya está en casa, tras dársele el aval de abandonar la embajada. “Ahora vi a nuestra empleada y me contó su situación. Nos mencionó que su familia estaba bien, pero que no podía entrar a su casa. Ella quedó traumada con lo sucedido. Mañana ella se irá para una villa y se quedara como 11 días ahí. Katmandú, dice, no es un lugar seguro donde quedarse”.

Los daños ocasionados son “tan grandes”, declaró este jueves el ministro de comunicaciones de Nepal, Minendra Rijal, por lo que no han “sido capaces de responder a las expectativas de la gente», entre eso: llegar a lugares como el Everest, donde 18 personas murieron por una avalancha ocasionada tras el sismo.

De los salvadoreños residiendo en Nepal, solo uno ha contactado a la embajada de El Salvador en la India -la sede diplomática más cercana-. Cancillería de El Salvador puso a disposición los contactos de la embajada salvadoreña en Nueva Delhi, en caso de que un compatriota se viera afectado por el terremoto.  «La embajada salvadoreña en la India insta a los connacionales afectados a comunicarse a los siguientes números telefónicos: +91-99588-41066 (a toda hora) y +91-114608-8400 Ext. 400 (horario de oficina), o a través del correo electrónico: consularinfo@gmail.com«, informaron.