
El 13 de enero una anciana enferma de coronavirus murió debido a complicaciones derivadas del coronavirus y su fallecimiento fue notificado a sus familiares al día siguiente.
Como lo dicta el protocolo el entierro fue rápido y discreto: el cuerpo fue puesto en su ataúd y llevado de inmediato al cementerio.
La anciana murió en un asilo en el que también son huéspedes unas dos docenas de adultos mayores que se contagiaron de la enfermedad originada en China.
La fallecida llegó a la residencia el 11 de diciembre junto a once personas más que también estaban enfermas.
El problema es que la anciana enferma en realidad no murió el 13 de enero. La que murió fue otra persona.
El personal sanitario del asilo confundió sus identidades y dio por muerta a una persona que en realidad estaba bien y recuperándose de las dolencias que le provocó el COVID-19.
Fue un “error de identificación” ocurrido en el geriátrico Os Gozos de Pereiro de Aguiar, en San Bartolomeu de Xove, en Lugo, España.
Las mujeres cuyas identidades fueron confundidas son vecinas y tenían asignada la misma habitación y “un error de identificación durante el proceso de traslado” fue notificado el fallecimiento de una de ellas con la identidad equivocada, es decir, con la de su compañera.
Todo se descubrió cuando este sábado por la mañana, día 24 de enero, la mujer a la que habían dado por muerta volvió a ser trasladada de Pereiro de Aguiar al geriátrico de Xove, tras haber recibido el alta de la Covid-19.
Después de reconocer el error la Fundación San Rosendo, que administra el asilo, “procedió inmediatamente a informar a las familias” y a enviar un escrito a los juzgados de Ourense y Viveiro para advertir de los hechos e iniciar los trámites para “repararlos”.
Además, esta entidad asegura que “ha reforzado las medidas de control y seguimiento de los usuarios que se trasladen de una residencia a otra”, mientras que “ha incorporado una identificación más visual” cuando las personas son desplazadas.